Dos días de duelo por el fallecimiento de Sergio Caletti

16/11/2015

Con motivo  del fallecimiento del profesor  Sergio Caletti, el decano Glenn Postolski por resolución (AD) Nº 1438 ha establecido dos días de duelo institucional disponiendo que la bandera Nacional permanezca a media asta en ambas sedes.

El profesor y ex decano de esta Facultad Sergio Caletti falleció ayer, en horas de la tarde. Las autoridades de esta casa de estudios manifestaron su pesar y recordaron los enormes aportes del académico a las Ciencias Sociales en general y las Ciencias de la Comunicación en particular.

Miembro del colectivo que fundó la carrera de Ciencias de la Comunicación Social, los restos del docente serán velados a partir de las 12 del lunes 16 de noviembre en la Sala Raúl Cortázar de la Biblioteca Nacional.

Compartimos una carta de despedida de su cátedra, equipo de investigación y amigos al Profesor Sergio Caletti.


Ayer a la tarde, mientras muchos de nosotros exprimíamos las teorías y conceptos amasados durante años para entender los alcances del momento que nos toca vivir, Sergio Caletti –nuestro querido maestro– partió para siempre.

Cada uno de quienes tuvimos oportunidad de compartir la universidad y la vida con él, sabemos que Sergio no fue un tipo que pasa sin dejar huella. Lo saben los miles de estudiantes que escucharon sus clases incisivas; lo saben quienes leyeron sus escritos atravesados siempre por la sutileza teórica y el pulso político de la toma de posición; lo saben quienes tuvieron la suerte de escuchar las coloridas anécdotas del México que le dio cobijo.

Polemista de raza, generoso en la escucha y en el debate, impiadoso contra toda forma de banalidad e inmensamente exigente, antes que nada, consigo mismo. Pensador agudo, atento al ritmo de los tiempos y profundamente sensible a las causas populares, fue también un gran teórico de la comunicación (aunque llamarlo así le hubiera causado risa):  uno de los padres fundadores del campo.  Su apuesta era nutrir y enriquecer los debates, a partir de distintas disciplinas y tradiciones. De allí su énfasis constante en la necesidad de producir en pensamiento transdisciplinario, de pensar la comunicación en sentido amplio y profundo, más allá de sus dispositivos mediáticos o de sus formas gestionarias o utilitaristas.

Pero por sobre todas las cosas, Sergio Caletti fue el mejor de los maestros. El que no quiere ser repetido, el que piensa a sus estudiantes como pares, sin subestimación ni paternalismo. Será por eso que sus palabras no permitían jamás a su interlocutor mantenerse neutral. Un profesor capaz de ofrecer (en un gesto de generosidad que apenas empezamos a comprender) sus propias contradicciones, para empujarnos a pensar, con él y contra él, por nosotros mismos.

 El ejercicio de la reflexión a contrapelo del sentido común académico; esa potencia con la que decía las cosas aun cuando no fueran simpáticas, simplemente porque debían ser dichas, es uno de sus preciosos legados.

No dejaremos de añorar su humor negro (y sus chistes malos), sus largas digresiones, su obstinado esfuerzo por combatir cualquier comodidad de pensamiento. Su incorrección política y ese libro que no dejaba de escribir, tantos años prometido…

Como suele ocurrir en estos momentos, que son esperados pero imprevistos (porque uno sabe que pueden llegar, pero no quiere que lleguen), quedan cosas atascadas, más en el corazón que en la garganta. Porque entre dificultades y sencilleces, con aciertos y errores, entre consistencias y contradicciones, siempre emergieron, a raudales, el empuje, las ganas, el entusiasmo; el  levantarse tozudamente e intentar seguir caminando, pensando, gestando; últimamente contra todo empeño de las circunstancias (y a veces contra todo pronóstico), para sacar de ese remolino el impulso que dé vida a nuevos proyectos, nuevas inquietudes y nuevas preguntas.

Aprendimos con él que el pensamiento no es un acto individual y así queremos despedirlo, colectivamente. Recordar tantos momentos compartidos, durante años, no nos deja indemnes; pero esa es nuestra tarea hoy, dejar testimonio del paso de Sergio Caletti por nuestras vidas y las de tantos.

 Ya lo extrañamos. No dejaremos de extrañarlo.

Su cátedra, su equipo de investigación, sus amigos


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