Debate sobre ciencia y tecnología en el Foro Universitario por el Bicentenario

23/06/2016

Bajo la coordinación de la profesora Alejandra Roca y con la presencia de la titular del Instituto Gino Germani (IIGG), Carolina Mera, los investigadores Oscar Galante, Emilce Moler, Eduardo Dvorkin y Diego Hurtado departieron sobre modelos de país y estilos tecnológicos.

El IIGG se pobló de investigadores y docentes pasadas las 18, ante la presentación de una charla entre titanes de la producción del conocimiento local que prometía una robusta discusión política en el marco de las actividades del Foro Universitario por el Bicentenario. Sentados en derredor de la mesa y, a su vez, contorneados por un auditorio que se congregó para escucharlos, los investigadores Oscar Galante, Emilce Moler, Eduardo Dvorkin y Diego Hurtado se despacharon con exposiciones complementarias pero no autocomplacientes sobre el modelo científico.

El primero en tomar la palabra fue Galante, quien anunció: “venimos a debatir ideas”. “Queremos, necesitamos, anhelamos discutir y estar juntos, que sirve sobre todo para algunos compañeros de Ciencia y Tecnología que se confunden”, esbozó en alusión al caso del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, y añadió: “creen que es lo mismo hacer ciencia y tecnología para un gobierno transformador que para un gobierno legítimo pero neoliberal e injusto”.

En ese sentido, el investigador del INTI apeló a la figura de Salvador María del Carril, personaje que al decir suyo se desempeñó “como vicepresidente de Urquiza e, inmediatamente después, presidente de la Corte Suprema de (Bartolomé) Mitre”. “Sin demeritar la capacidad científica de los compañeros, no se puede estar en todos lados”, aseveró.

Por otro lado, advirtió que descree del “derrame de la investigación y el desarrollo a la sociedad per se”. Y subrayó la importancia de la articulación y la interdisciplinaridad entre distintos actores.

Antes de pasarle la posta a Moler, repudió “la obscena novela con mucho olor a servicios en la escena de José López tirando plata”. Lapidario, manifestó que “todos los delincuentes, sean ex funcionarios o actuales funcionarios y empresarios que guardan dineros mal habidos en conventos, monasterios o guaridas fiscales en Panamá u otros lugares tienen que pagar”.

Cuando arrancó su exposición, la profesora universitaria en Matemáticas avaló lo dicho por Galante pero postuló que deseaba “plantear dudas” en base a las preguntas por la utilidad social del conocimiento y la circulación del conocimiento. “Porque la primera paradoja es que el mundo académico desconce el agua que corrió bajo el puente y se maneja con el modelo mertoniano del proceso, la transferencia y la utilización”, graficó.

Al respecto, explicó que en todas las universidades hay una secretaría de investigación, una secretaría de extensión y una secretaría de comunicación. “No es culpa de nadie pero es un problema estructural”, consideró, y agregó: “no depende de buenas voluntades o buenas prácticas, que hay muchísimas”.

Además, indicó que “seis editoriales manejan más de la mitad del conocimiento de las producciones científicas”. “Acá también hay un oligopolio”, sentenció.

En ese terreno, señaló que “lo que no se publica no existe”, y concluyó: “si le modificamos la vida a los compañeros, es nuestra responsabilidad y lo tenemos que hacer”.

Más tarde, el ingeniero Dvorkin también se mofó del “anterior y el actual” ministro de Ciencia y Tecnología pero enseguida pasó a las dos cuestiones que juzgaba centrales: qué producir y cómo distribuir el resultado de la producción. “De sus respuestas depende el Proyecto Nacional porque condiciona todas las relaciones de la sociedad, las relaciones laborales, los derechos sociales, los derechos políticos porque todo se organiza en base a la contestación que se le dé a estas dos preguntas”, argumentó.

Sin embargo, también puso sobre el tapete otra pregunta, la de cómo producir. Entre las pistas que dejó flotando en el aire cabe mencionar el hecho de que, a su criterio, “un estilo tecnológico no es algo descolgado del proyecto nacional”.

Finalmente, llegó el turno de Diego Hurtado, que advirtió que daría rienda suelta a su yo panfletario y lanzó: “No pidamos más disculpas porque fueron los 12 mejores años que vivimos”. Tras las risotadas de los presentes, se refirió entonces a lo que definió como “el problema de la gestión de la tecnología en Argentina”.

La inquietud que dejó sentada desde el principio de su intervención estuvo vinculada a la imposibilidad de estabilizar proyectos tecnológicos que perduren, a pesar de sus enormes grados de utilidad para la sociedad y su gran potencial. En consecuencia, introdujo en el mitin la categoría de soberanía tecnológica como una medida de la que se puede valer un Estado semiperiférico como el argentino.

Abrevando en ese concepto, repasó la historia de NahuelSat, que derivó luego en la conocida Arsat y se constituyó en el ejemplo fetiche de la ciencia desde que Argentina se convirtió en uno de los 6 países que fabrican satélites en todo el mundo. Una vez rastreados los hitos de la mirada privatista sobre la producción del conocimiento, exclamó: “Qué pobre es la idea de pensar a la tecnología desde el negocio cuando el verdadero negocio tecnológico involucra otras variables”, refiriéndose a externalidades y desarrollos en los planos sociales y educativos.

Para finalizar, Hurtado dijo que “ver sólo un negocio en la tecnología es no haber entendido, precisamente, el negocio tecnológico”.

Asimismo, también en el marco del Foro se llevó a cabo en el Centro de Documentación del IIGG el Taller: Revolucionando la información: habilidades bibliográficas bicentenarias y contemporáneas para lograr la independencia intelectual a cargo de Andrea Sosa (UNSAM) y coordinado por Ignacio Mancini (IIGG-FSOC-UBA).

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