Otra camada de graduades recibió su diploma
La decana Ana Arias y el vicedecano Diego de Charras encabezaron este viernes un nuevo acto de colación de grado, junto a les directores de las carreras de Sociología, Rodrigo Salgado; Relaciones del Trabajo, Mariana Nogueira; Ciencia Política, Elsa Llenderrozas; y la secretaria académica de Trabajo Social, Paula Goltzman, y el coordinador técnico de Ciencias de la Comunicación, Sebastián Ackerman.
Además del secretario académico, Hugo Lewin, quien compartió la entrega de diplomas desde el escenario, en las primeras filas del auditorio de la Facultad se podía ver a la directora de Ciencias de la Comunicación, Larisa Kejval, el secretario de Gestión, Diego Bráncoli, sus pares de Estudios Avanzados, Julián Rebón, y de Extensión, Ianina Lois, y la subsecretaria de Comunicación Institucional, Mayra Alvarado. También estuvieron las secretarias académicas de Ciencia Política y Ciencias de la Comunicación, Luciana Berman y Dolores Guichandut, respectivamente.
Pasadas las 16, tomó la palabra el profesor invitado, Pablo «Manolo» Rodríguez, docente de «Técnica, cultura y sociedad» en la carrera de Ciencias de la Comunicación. Hijo de una mujer que no hizo la secundaria y un padre que no la terminó pero lo acompañó en su derrotero académico hasta el final de su vida, reivindicó con orgullo la formación de la universidad pública argentina.
Para graficarlo, contó la anécdota que le tocó vivir mientras cursaba un posgrado en la Universidad de la Sorbona, en Francia. Como el profesor con el que trabajaba le jugaba la broma de preguntarle el nombre de autores que siempre recordaba, expresó: «La formación que recibí en esta facultad era mejor que la que estaba recibiendo en París».
Si bien aclaró que «esto no quiere decir que seamos fantásticos», remarcó: «no somos lo que dicen que somos los que quieren atacarnos porque no soportan la universidad pública».
Rodríguez apeló a una palabra alemana, para ironizar con «los que se dan corte» utilizando vocablos en latín u otros idiomas, y eligió el concepto de «beruff», que significa «la llamada de Dios», según Lutero, o también puede ser traducida como «vocación» o «profesión», según Max Weber.
Bajo ese enfoque, sostuvo: «estamos aquí ante un asunto de vocación, de eso se trata un título». «El beruff que nos reúne es también una llamada», dijo, y destacó la necesidad de responder a esa llamada porque en Argentina: «cualquier persona puede preguntarse por su vocación sin preguntarse por su bolsillo», y concluyó: «La fuerza de este llamado es nuestro beruff, es nuestra creencia, es nuestra religión. ¡Enhorabuena, para todos ustedes!».
Luego fue el turno de Javier Martínez, egresado de Relaciones del Trabajo y graduado con mejor promedio de esta cohorte. Después de dedicarle la obtención del diploma a su familia, su pareja, sus amigos y también a la memoria de su primo, que recibió en su momento la atención del Hospital Garrahan, se preguntó por el lugar que ocupan les cientistas sociales en medio de una «discusión manipulada» sobre el sistema de educación superior.
Para tratar de responder a esa inquietud, se remitió a los debates entre Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, que discrepaban en la forma en que debía organizarse el Estado y los mecanismos de fomento a la industria pero creían en la educación para el crecimiento y la cohesión de la Nación. Por eso, cerró su intervención con una mezcla de emoción y euforia: «Este hijo de trabajadores se siente mucho más libre. Muchas gracias y… ¡viva la universidad pública, carajo!», exclamó.
Finalmente, la Decana les dio la bienvenida, tanto a les graduades como a sus afectos, a «nuestro rito», en referencia a la entrega de diplomas. Al respecto, celebró que ahora les flamantes egresades «pasan a ser parte de un colectivo que les trasciende y al que llegaron a través de una búsqueda personal».
Y así como reivindicó la importancia de las ciencias sociales, incluso desde la dificultad que cualquier familiar de quien esta tarde recibía su diploma para explicarle a un vecino u otro pariente a qué se dedicaría su hijo porque, a su criterio, «las cosas importantes, como el amor y la política, son difíciles de definir», ponderó que les estudiantes «hacen una apuesta por la reflexividad social y entender la sociedad supone una apuesta por su transformación». «Si no, para qué estudiamos», preguntó retóricamente y respondiendo, tal vez, a la llamada que sembró antes Rodríguez.