Conmovedor homenaje a 40 años del Golpe

22/03/2016

Con el auditorio Roberto Carri colmado, la Facultad otorgó una placa de reconocimiento a los organismos de derechos humanos por su lucha inclaudicable, entregó legajos a familiares de estudiantes desaparecidos de la carrera de Trabajo Social y extendió diplomas de grado, honor y doctorado a Jorge Castro Rubel, graduado e investigador de la casa y nieto recuperado 116.

Las inmediaciones del auditorio Roberto Carri, frente al bar de la planta baja de la Facultad, se habían tornado intransitables antes de las 18:30. Los rostros de las figuras emblemáticas que llegaban en representación de los organismos de derechos humanos resplandecían entre los abrazos afectuosos que se brindaban a metros del telón que todavía tapaba el mural en homenaje a los desaparecidos de esta casa de estudios.

Mientras la investigadora del Instituto Gino Germani y, a la sazón, miembro de la APDH, Inés Izaguirre, terminaba una nota con la TV Pública, el secretario de Gestión Institucional, Gustavo Bulla, tomó el micrófono y detalló la hoja de ruta que seguiría el acto. Enseguida, le cedió la palabra al decano de la Facultad, Glenn Postolski, quien destacó que “el inicio de un nuevo ciclo lectivo, a 40 años del golpe que dio inicio a la última dictadura cívico-militar, implicaba la necesidad de este acto”.

En ese sentido, expresó que la intención era “poner en común una voluntad de continuidad en el esclarecimiento de los crímenes de lesa humanidad y un reconocimiento a los organismos de derechos humanos”, a los cuales calificó como un “faro” en la historia de la lucha por “la justicia y la reparación”.

Postolski también consideró que “la lucha y defensa de los derechos humanos forma parte de la constitución identitatira de la Facultad”. Y al mismo tiempo, subrayó que esa forma de ser deriva en la conciencia de que “la producción de conocimiento cobra importancia cuando está puesta al servicio de los sectores populares”.

Bajo ese enfoque, reivindicó “el paradigma de memoria, verdad y justicia”, e indicó: “la recuperación de los rostros que componen el mural viene a significar que ratificamos nuestro compromiso”. “Los compañeros desaparecidos son principalmente un ejemplo de una toma de posición valiente por una sociedad mejor”, aseveró.

Sobre ese punto, el decano aprovechó para vincular el pasado con la actualidad, bajo la apelación de que la sociedad asiste a “días muy difíciles”. Entonces, apuntó a la complacencia del Gobierno para pagarle a los Fondos Buitre, a los que tildó de usureros y enmarcó en el esquema de endeudamiento sistemático para el sometimiento del país a las políticas económicas del establishment.

Visiblemente emocionado, Postolski aseguró que, por la memoria de los que lucharon antes, “habrá que seguir luchando para defender una verdad, que es la de los militantes comprometidos con la construcción de una sociedad mejor”. “No le vamos a entregar a ninguna casta oligárquica la forma de escribir nuestra historia”, concluyó.

Y en ese instante, se procedió al descubrimiento del mural y estallaron los primeros aplausos de la tarde.

Los que no cejan

Una vez dentro del auditorio, la ceremonia no sólo cobró más vigor sino también mayor emotividad. Las autoridades invitaron al Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel a que se dirigiera a los presentes desde el escenario y el titular del Serpaj se despachó con una alocución que ponía el foco en el presente.

Al respecto, explicó que “la memoria no es para quedarnos en el pasado sino para iluminar el presente”. De ese modo, vinculó la cadena de dictaduras orquestadas por Estados Unidos durante la década del 70’ con “lo que está pasando en el continente”, y se refirió a la “teoría de los Golpes Blandos” para remitirse a los casos de Honduras en 2009, Paraguay en 2012 y Brasil por estos días.

Luego de reafirmar que “la lucha no terminó”, Pérez Esquivel deslizó que había estado en Jujuy, provincia a la que viajó para visitar en la cárcel a la dirigente Milagro Sala, y arrancó un aplauso cerrado de la multitud. “A Milagro Sala la condenaron antes de juzgarla”, enfatizó.

Además, contó que se reunieron con el gobernador Gerardo Morales para plantearle “la injusticia que se cometió”. “Queremos que se lleve a los jueces responsables del encarcelamiento sin causa al Consejo de la Magistratura para que sean juzgados como corresponde”, arremetió, y advirtió que “hay esperanza porque este es un pueblo que no está arrodillado”.

Desde el atril, Bulla comenzó a llamar a ex decanos para entregarle a cada organismo su placa de reconocimiento. Y desfilaron por allí desde el decano normalizador de la Facultad, Mario Margulis, hasta el profesor Fortunato Mallimaci, quien ocupara también ese cargo en la institución.

A medida que se invitaba a los referentes de las organizaciones, se poblaba el escenario, las sillas no alcanzaban y los homenajeados se arracimaban frente al aplauso constante del público. Uno de los momentos más conmovedores fue cuando Laura Conte subió las escaleras, sin ayuda, para recibir la simbólica pieza en representación del CELS.

Y cuando ya estaban todos preparados para la foto familiar, la titular de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Nora Cortiñas, pidió la palabra y arengó a todo el auditorio. “El 24 vamos todos a la plaza, todos juntitos”, exclamó sonriente, y agregó un remate que hizo que se pusieran de pie a los que seguían el acto desde las butacas: “¡Venceremos!”.

Los legajos, el reencuentro, los abrazos

Cuando llegó el tiempo de presentar a docentes y estudiantes que participaron del programa de voluntariado que sirvió para el hallazgo de los legajos de los desaparecidos que pasaron por esta casa de estudios, el acto empezó a convertirse en un remolino de abrazos tanto arriba como abajo del escenario. Uno a uno, se fueron sucediendo los nombres de las víctimas y sus familiares subían para recibir un pedacito de historia de los suyos, lo cual arrancaba testimonios que emergían desde lo más profundo, agradecimientos que entrecortaban las voces y aplausos y más aplausos.

Así, se llevaron la libreta o el historial académico correspondiente desde los familiares de Lucía Cullen hasta la hermana del poeta Roberto Santoro. “Gracias” y “reparación” fueron las palabras que más se repitieron en ese segmento pero uno de los familiares precisó que la entrega de ese simple papel contribuía al resarcimiento de lo que los militares les habían negado: el sepelio o la despedida. “Dicen los antropólogos que cuando se empiezan a enterrar los muertos, comienza la humanidad”, selló.

La identidad

El reloj acusaba que faltaban 20 minutos para las 9 pero el auditorio seguía repleto. Y llegó el anuncio para que el sociólogo e investigador Jorge Castro Rubel, nieto recuperado 116, se acercara al escenario.

La vicedecana Patricia Funes tomó la posta. Explicó que “la palabra azar rige estas cosas”, y añadió: “durante años, y sobre todo en la década del 90’, miraba a mis estudiantes y me preguntaba si alguno de ellos sería” uno de los 500 niños a los que los represores le sustrajeron su identidad.

Flanqueada por el propio Postolski a su izquierda y el joven Castro Rubel, que la miraba con cierto nerviosismo mientras por abajo correteaban sus hijos, Funes lo calificó como “sobrio” y manifestó públicamente su orgullo por haberlo tenido como alumno. “Nos honra y nos alegra tenerlo entre nosotros, por su valentía y por su tránsito”, dijo ella y enumeró los diplomas de grado, honor y doctorado que el decano le entregaba en mano.

A pesar de su timidez, el flamante diplomado aceptó el convite de la vicedecana para dirigirse al auditorio. Y emocionado por el contexto y la frente brillosa por algunas gotas de sudor, alcanzó a decir: “No esperaba tener que hablar pero quiero agradecerles esto”. Y sobrevino el último aplauso de la jornada.

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